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Grafoterapia y enfermedades psicosomáticas

La Grafología, en su capacidad interpretativa de los rasgos que aparecen en las escrituras, ha experimentado en los últimos tiempos un avance extraordinario, cuyo campo de actuación supera lo estrictamente psicológico, para convertirse en una herramienta fundamental en la detección y solución de las denominadas «enfermedades psicosomáticas».

Cada vez será más frecuente el análisis grafológico en el que, además de decirnos cómo somos, se nos diga a qué órgano o sistema funcional puede estarnos afectando nuestra conducta. Y si el grafólogo es, además, grafoterapeuta, —o sea, formado en la técnica destinada a la mejora de los rasgos escriturales para mejorar nuestra salud—, nos indicará en qué manifestación nerviosa, impulso bioeléctrico, o lo que es lo mismo, en qué trazo escritural se encuentra nuestra anomalía física o psicológica, y cómo debemos corregirlo.

La precisión que, en este sentido, ofrece el Sistema Lledó de Grafología es inalcanzable por los métodos clásicos.

Este método se basa en doce únicos movimientos, los doce trazos escriturales, con los que se puede realizar cualquier letra. Cada uno de ellos es la manifestación de un bloque funcional diferente en la organización de nuestro sistema nervioso.

Los bloques o funciones imprescindibles para cualquier ser vivo podrían resumirse en los siguientes conceptos: asimilación, defensa, solidificación, prevención, comunicación, liberación, filtrados, almacenamiento, organización, deliberación, quimificación y selección.

Cada célula, cada órgano, glándula o sistema orgánico, desempeña una función que se ajusta, primordialmente, a cualquiera de los bloques señalados.

Lo mismo ocurre con nuestra conducta o psique.

Dependiendo del número de ocasiones en que en el papel se reflejen cada uno de los doce trazos o impulsos nerviosos, se detectará la tendencia del cerebro a realizar en exceso, defecto ó equilibradamente, cada una de estas funciones.

Por otra parte, las características de ejecución que muestren los trazos, nos hablarán de cómo se llevan a cabo dichas funciones: con prontitud, buen criterio, tranquilidad o inquietud, etc.

Cuando hacemos grafoterapia y regulamos la aparición de un trazo, estamos actuando, a la par, sobre ambos campos: el físico y el psíquico.

Por ejemplo, al poner bien el trazo de la «solidificación», no sólo los huesos, estructuras o tejidos que tengan que ser «sólidos» adquirirán la «solidez» necesaria para que tengamos buena calidad de vida, sino que potenciaremos también nuestra capacidad para «materializar» nuestras ideas y proyectos o, lo que es lo mismo, fortaleceremos nuestra voluntad y constancia hasta conseguir «darles cuerpo».

Sería imposible que el trazo apareciese correcto en nuestra escritura y, sin embargo, nuestro estado físico y psíquicos fuesen contrarios. O viceversa, que el entrenamiento con los trazos nos hubiera ido muy bien y la escritura no manifestara el cambio.

Si en la escritura no se manifiesta el cambio, indicaría que sólo habríamos puesto «paños calientes» en nuestros conflictos y que, la raíz de los mismos, anclada en las profundidades de nuestro sistema nervioso, seguiría permaneciendo igual.

Nuestros pensamientos, sensaciones y sentimientos, residen en diferentes puntos del cerebro que, al ser estimulados con más o menos frecuencia e intensidad, hacen que nuestro comportamiento se vea alterado.

Ya lo demostró Walter Rudolf Hess (1881-1973), fisiólogo suizo y Premio Nobel de Medicina en 1949.

Investigó, durante más de 25 años, el cambio brusco de comportamiento que podía generar en los animales, mediante pequeñas descargas eléctricas con electrodos que, previamente, les había instalado en sus cerebros, sobre todo, en la parte más alta del tronco cerebral.

Una pequeña descarga eléctrica en el hipotálamo —integrado en el sistema límbico1— del gato, convertía en una bestia furiosa al apacible animal.

Con mayor sorpresa encontró que podía inducirle a distintos y opuestos comportamientos, dependiendo del lugar particular del cerebro que estimulara: el gato comía, bebía, se hacía un ovillo y dormía, o se activaba sexualmente. Incluso descubrió que podía controlar su respiración y el latido de su corazón.

Hess persiguió la teoría de que «podía inducir las emociones eléctricamente». Y éstas eran auténticas ya que, la conducta que adquirían los animales, provocaba las reacciones hormonales correspondientes —si las reacciones hormonales no acompañaran al aspecto emocional, estaríamos ante una conducta fingida y, en este sentido, los animales raramente se manifiestan—.

Sus teorías y conclusiones originaron muchas disidencias entre sus colegas, pues argumentaban que “algo tan complicado como la emoción, no podía ser recreado por un impersonal aumento de tensión eléctrica”.

Sin embargo, los hallazgos del científico fueron finalmente reconocidos y, a los 68 años de edad, se le distinguió con el Premio Nobel. En los años cincuenta, otros investigadores repitieron sus experimentos y confirmaron los resultados.

Los cientos de zonas cerebrales que investigó y que hasta entonces no habían podido ser exploradas, quedaron reflejadas en sus mapas. En ellas y desde entonces, se localiza la sede del sistema nervioso autónomo o vegetativo2, fundamentalmente, en la base del cerebro: en el hipotálamo y el bulbo raquídeo.

Se llama enfermedad psicosomática al efecto corporal —somático— producido por una estimulación psicológica.

El cerebro puede producir efectos psicosomáticos mediante tres vías: a) estimulando el sistema nervioso autónomo, b) transmitiendo señales hacia los diferentes tipos de músculos y c) regulando ciertas glándulas endocrinas.

Para conseguirlo, el hipotálamo se convierte un centro de especial relevancia.

Personalmente, me resulta difícil imaginar una enfermedad en la que este centro nervioso no esté implicado. Nunca he conocido a nadie que, habiendo mejorado o resuelto un trastorno físico, no haya repercutido con ello en su plano psicológico o emocional.

Repercusión psicosomática de la grafoterapia

Según la Neurofisiología, la capacidad comunicativa lograda por el cerebro humano es la más compleja y extraordinaria de las todas las funciones nerviosas. Y lo es aún más la escrita que la oral ya que, para su ejecución, se requiere de la operatividad de prácticamente todas sus áreas.

Cuando hacemos grafoterapia, estamos desarrollando la gimnasia neurofisiológica más completa de todas cuantas podamos imaginar.

Hacer grafoterapia consiste en repetir, conscientemente, impulsos nerviosos —los trazos— que sustituyan a otros que antes hacíamos de manera inconsciente.

Con ello, lo que conseguimos es acceder y activar, de manera diferente, áreas superiores de nuestro sistema nervioso —tálamo, córtex, etc.—, las cuales estimularán también de manera diferente, a otras zonas inferiores e inconscientes del cerebro, entre las que se encuentra el hipotálamo. Éste, a su vez, enviará nuevas órdenes de funcionamiento a todas las glándulas, órganos, sistemas, etc. a los que regula, directa o indirectamente. De esta forma, inevitablemente, nuestra psique y funcionamiento físico se verán también transformados.

Mejorar nuestra escritura, por tanto, supone la mejora de nosotros mismos, en todos los órdenes.

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1 Sistema límbico: Es el encargado de regular de manera inconsciente la conducta. El hipotálamo es el área más importante de este sistema.

2 Sistema nervioso autónomo o vegetativo: Este sistema es el encargado de regular, también de manera inconsciente, las funciones internas del cuerpo, tales como la respiración, la presión arterial, la frecuencia cardiaca, temperatura, los movimientos peristálticos, la secreción de las glándulas digestivas, o incluso la dilatación de las pupilas, etc. El hipotálamo puede excitar casi todas las funciones de este sistema.

Terapia Natural No Convencional

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