La escritura como camino de desarrollo personal
Hablar de escritura no es sólo indicar la forma de las letras o el modo de posicionar el papel, o la manera de colocar los dedos, o la relajación que hemos de mantener en la mano y brazo en general, y tantas y tantas cosas más…
Hablar de escritura es experimentar la consciencia del movimiento, su facilidad y destreza; es percibir nuestra conexión con él y con las fuerzas que lo producen.
Con tres colores se forma la gama infinita de tonalidades;
con siete notas, todas las melodías;
con diez números, todas las operaciones;
y con doce trazos, todas las escrituras.
Vicente Lledó (1932-1993)
El papel debe estar un poco inclinado, situarse a la derecha de nuestro cuerpo si estamos escribiendo con la mano derecha —en el próximo artículo se tratará el tema de la escritura cuando es realizada con la mano izquierda—. La altura de la mesa debe ser la que indica nuestro codo, si doblamos el brazo y lo mantenemos en libre caída junto al cuerpo. Los tres dedos —pulgar, índice y corazón— deben de mantenerse unidos y relajados.
Son instrucciones básicas, de partida; cuestiones técnicas de la escritura que, si no son aplicadas con el sentimiento de la relajación, se vería limitada tanto la mejora de nuestras habilidades gráficas, como los objetivos de mejora física, de conducta y personalidad.
Sólo cuando hay un dominio de la relajación podemos empezar a trascender las normas puramente mecanicistas y desarrollar entrenamientos para que se generen cambios mucho más profundos. Sólo entonces podremos percibir que el origen del movimiento procede de nosotros mismos; que forma parte de nosotros y que, de hecho, estamos tan fusionados con él, que podemos decir que “somos movimiento, vibración“. Sólo cuando permitimos «su liberación» a través de nosotros, percibimos que su manifestación no nos implica esfuerzo alguno.
Si velamos mentalmente para que se realicen de acuerdo a unas leyes o características concretas, lo que sucede es que empezamos a experimentar un incremento en las percepciones de nuestras facultades que, no por ordinarias, dejan de resultar extraordinarias para muchas personas que se sienten comprometidas con su crecimiento, salud y desarrollo personal.
En este tipo de percepciones se basa la grafoterapia que aplico.
Cuando estas características dinámicas se trasladan a nuestra escritura, lo que sucede es que, los comportamientos y esquemas mentales erróneos que durante tanto tiempo se han mantenido, quedan disueltos y sustituidos por otros que están más acordes a la sublimación de la naturaleza humana.
COLABORACIÓN. UN CASO REAL:
Empezaré diciendo que soy mujer de cincuenta y cuatro años, y que afortunadamente, hace unos dos años que hago Grafoterapia.
En mi caso empecé a hacerla por motivos de salud pues era, y digo bien, era bastante precaria.
Mi gran problema era, otra vez digo era, mi adicción al alcohol.
Desde que puedo recordar, en mi vida siempre ha estado presente en mayor o menor medida.
Con dieciocho años ya tenía problemas importantes con él y con treinta y uno pasé por una intervención de pseudo quiste de páncreas que, por muy poquito, salvé la vida. Aún hoy, veintidós años después, los médicos no acaban de creerlo. No por ello y sin entrar en detalles, pude dejar de beber.
He pasado por todo tipo de hospitales, médicos, psiquiatras, centros de desintoxicación, terapias, medicina alternativa, acupuntura, etc., etc. Y sin yo quererlo seguía bebiendo. Habrá quien piense que si lo hacía era porque quería. Sólo unos pocos lo podrán entender…
El alcohol no sólo me dejó graves secuelas físicas. También psicológicas y las más dolorosas, que son las emocionales. Y para eso no hay centros ni pastillas milagrosas.
Me empezaron a dar ataques de encefalopatía. Me quedaba en estado letárgico un tiempo impredecible, unas pocas horas, o unos pocos días. Cuando despertaba no recordaba absolutamente nada; poco a poco, podía ir comprendiendo lo que pasaba y llegaba a pensar bien. Pero no podía expresarme, no podía hablar. Me encontraba totalmente hundida, perdida… Así durante mucho, mucho tiempo…
Y descubrí la Grafoterapia. Después de mucho trabajo y esfuerzo por parte de mi Maestra, Mª Carmen, y mío, hoy puedo decir que sigo siendo la persona que era antes, pero mejor y sin dependencias. Y no porque me hayan dicho millones de veces que tenía que dejarlo, que me estaba matando, etc. Eso ya lo sabía. Es que ahora no tengo ganas, no me apetece; y no es que me encuentre en el dique seco, o en una continua borrachera seca, o que viva amargada. Ni mucho menos. Es que para mí es como si fuera, por ejemplo, gasolina, que no se bebe ¿no? Pues el alcohol tampoco, en mi caso, claro está.
Puedo alternar con gente que bebe sus copas; no me molesta ni tampoco lo crítico. Es que yo ya no bebo y no me ha producido ningún trauma, ni he tenido ningún “mono”. Me encontré con que el alcohol ya no forma parte de mi vida, que está fuera de ella.
Eso es una pequeña muestra de lo que la Grafoterapia ha hecho conmigo.
Hoy soy capaz de ver los problemas que como todo el mundo tenemos, pero con la cabeza y el corazón fríos y sin buscar culpables, y mucho menos, sentirme culpable yo. Amo la vida, aunque no esté totalmente de acuerdo con ella, tal como es, y disfruto con las pequeñas cosas de cada día pues ahora las sé apreciar.
Hace ya un año que no me da ningún ataque encefalopático, y por supuesto no bebo, y eso para mí es un paso gigantesco.
Todavía quedan muchos flecos que recortar pero tengo una tijera maravillosa que es la Grafo… Y un patrón aún mejor que es mi Maestra, Mª Carmen.
Seguiré, sin dudarlo, con las dos para siempre.
¡ GRACIAS MAESTRA ¡
COMENTARIOS A ESTE Y OTROS CASOS:
Todos somos y tenemos el honor de ser Maestros de todos.
Gracias por mostrarme vuestras experiencias vitales más valiosas.
Terapia Natural No Convencional
1 Respuesta hasta ahora.