Su descubrimiento
Con el segundo de sus casos terapéuticos fue con el que empezó a percibir aspectos escriturales que en ningún libro se mencionaban. Este caso en cuestión, se trataba de un hombre diagnosticado de artritis reumatoide, una enfermedad del sistema inmune que es progresiva y afecta dolorosamente a las articulaciones.
Este hombre de mediana edad y padre de familia, era el candidato perfecto para acabar sus días en una silla de ruedas. Pero, a pesar de los fuertes dolores que padecía, su desmoronamiento psicológico era aún más evidente. Por ello es por lo que recurrió a Lledó, por si le pudiera ayudar a «llevar mejor» la situación que se le venía encima.
Los resultados fueron más que sorprendentes: a medida que iba mejorando su condición psíquica, mejoraba también su estado físico.
Dos años duró la terapia. En su transcurso, Vicente tuvo la oportunidad de iniciar el desarrollo de nuevas deducciones que revolucionarían los pilares de toda la grafología que hasta entonces se había planteado: el descubrimiento de los doce básicos elementos con que se forma cualquier letra, garabato o dibujo y su relación con doce funciones neurofisiológicas. Éstas, a su vez, brindan un nuevo enfoque en el entendimiento de los procesos vitales del organismo, desde el que poder estudiar y mejorar las manifestaciones cerebrales a través de los doce tipos de «impulsos nerviosos» que quedan plasmados cuando escribimos: los doce trazos.
Creo recordar que fue al cabo de unos catorce años cuando, por azar y en la calle, se volvieron a encontrar. La mejoría se había mantenido durante todo este tiempo; hacía una vida completamente normal, y no pasaba ni un solo día sin acordarse de los ejercicios que le recomendó Vicente.