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Superación de las alergias

Constantemente nuestro cuerpo se mantiene en una dinámica natural de la cual brota una motricidad que nos conecta, directamente, con las pulsiones más profundas de nuestro Ser.

Cada pensamiento y cada emoción experimentada, se manifiestan mediante la generación espontánea de un determinado movimiento o quietud en nuestro interior.

Con tres colores se forma la gama infinita de tonalidades;

con siete notas, todas las melodías;

con diez números, todas las operaciones;

y con doce trazos, todas las escrituras.

Vicente Lledó (1932-1993)

 

Multitud de legados coinciden en que las claves para producir cualquier cambio que deseemos, se encuentran en nuestro interior.

Por ello, hemos buscado entre ideas teológicas, energéticas y otros senderos y conceptos variados, para tratar de obtener cualquier tipo de experiencia con el cual poder derribar, sacudir o modelar esas «sensaciones internas» que queríamos —y queremos— mejorar.

Y aunque hemos conseguido ciertos resultados, ¿cuántas veces hemos tratado de cambiarnos, repitiéndonos frases similares a «tengo que ser de otra manera»? Y sin embargo, a pesar de todas nuestras buenas voluntades, sólo conseguimos mejoras parciales o temporales, mediante la contención forzada y controlada de nuestro carácter y de nuestras conductas, y no desde la espontaneidad profunda de nuestro interior.

Por otra parte, la educación mayoritariamente recibida —aliñada con otras elaboradas creencias personales—, nos ha hecho concebir que nuestro cuerpo y todas sus dolencias es una cosa; y que nuestro carácter y el modo de concebir la vida, es decir, nuestra psique y nuestra mente, es otra. Y en esta separación o diferenciación con que nos «autocatalogamos», radica uno de los mayores y más graves errores para nuestra evolución hacia un cambio real.

La Vida, manifestada en nuestro cuerpo, está organizada de forma tan infinitamente inteligente que nos advierte, mediante su alteración, de cualquier error de actitud que nos sea necesario modificar para obtener un grado de bienestar, que afecte a toda nuestra integridad.

Pero nuestros razonamientos erróneos, con sus convencidas y rutinarias formas, toman el mando de las situaciones y, en vez de impulsarnos a realizar aquello que velaría por nuestra salud y bienestar, nos hace adoptar conductas que atentan contra el equilibrio general y, como consecuencia, nos hacen sentir insatisfechos y padecer diversidad de malestares.

La ciencia, al igual que los legados de nuestros antecesores, también está llegando y, en ciertos aspectos, ha llegado ya, a las mismas conclusiones: “todo cambio empieza en nuestro interior”.

La variedad de emociones y conductas que podemos experimentar, se debe a la activación de determinados centros y circuitos neuronales (Premio Nobel en Medicina, 1949, Walter Rudolf Hess (1881-1973)) o, si se prefiere: la activación de determinados centros y circuitos nerviosos hace posible que experimentemos determinadas emociones.

A su vez, toda emoción se fundamenta en cambios químicos, que son provocados por dichas estimulaciones nerviosas. Y estas secreciones químicas afectarán tanto a cuestiones meramente orgánicas, como a aquellas otras que consideramos las más elevadas o sublimes.

Nuestro cerebro, que procesa todas las experiencias que vivimos, exteriores e interiores; que nos permite ser conscientes de nuestra conciencia; que elabora pensamientos; que nos permite aprender, comunicarnos, etc.; y que se encarga también de múltiples funciones para que nuestro organismo permanezca en óptimas condiciones,… está implicado completamente en las respuestas a esa «búsqueda» de la que estamos hablando.

La propuesta que hace la grafoterapia con la que trabajo, es la fusión voluntaria y consciente con ese tipo de dinámica que se produce en nuestro interior como consecuencia de las experiencias y emociones a las que, en cada instante, estamos reaccionando.

Esta dinámica podría abordarse también sobre cualquiera de nuestras actividades cotidianas, pero es preferente la escritural porque en ella quedan reflejadas las huellas de nuestras pulsiones y, puesto que las vemos en su trayecto, podemos modificarlas favorablemente, originando una mejoría en todos los niveles.

Pero antes de abordar el papel y las letras, tendremos que asegurarnos del correcto funcionamiento de mecanismos nerviosos elementales, sobre los cuales se cimentarán las funciones nerviosas más complejas de pensamiento, conciencia y de comunicación verbal y escrita, —siendo ésta última la más compleja por la simultaneidad de múltiples centros neuronales que se requieren para su ejecución—.

Para ello, activaremos los sistemas reflejos que, en muchos casos, han estado adormecidos y que nos permitirán restablecer la conexión entre nuestra mente y nuestro cuerpo, consiguiendo con ello, soluciones instantáneas a quejas físicas que nuestro cuerpo nos viene dando, incluso desde hace años. Y esto, insisto, es debido exclusivamente a la activación de unas determinadas funciones nerviosas que cada cual lleva a cabo íntimamente: «tomas de consciencia».

Las cosas siempre son más fáciles de lo que creemos.

A partir de esta integración, nos aseguraremos del buen funcionamiento de nuestra percepción y orientación espacial —interna y externa— para, a continuación, observar el tipo de movimiento que se produce en nuestro interior y, vigilando que suceda de acuerdo a ciertas características, empecemos a establecer un nuevo orden de funcionamiento nervioso que conseguirá cambiar profunda, espontánea e inevitablemente esos patrones de conducta que sabíamos pendientes de superar.

Toda alergia, independientemente de la zona a la que afecte, sucede porque nuestro sistema inmune está excesivamente excitado o alterado.

Teniendo en cuenta que este sistema se encarga de prevenir el daño que cualquier posible invasor o toxina pudiera ocasionar a nuestro organismo, la persona que padece de alergia, en su conducta, se mostrará también hipersensibilizada ante excesivas posibilidades de situaciones que le pudieran influir negativamente en el logro de sus objetivos.

Al hacer grafoterapia se reequilibran estos sistemas de alerta y prevención excesiva y la persona, experimenta un alivio en sus preocupaciones, una relajación en su actividad mental y una actitud diferente —más positiva y eficaz—, en el modo de afrontar esas circunstancias que antes le afectaban tanto, repercutiendo con ello en la autoregulación funcional del sistema inmunológico.

Según cada caso, se reforzará más la creatividad, o el impulso físico necesario para desarrollar nuestros ideales, o nuestra comunicación, o nuestros mecanismos de adaptación ante los cambios e imprevistos de la vida. En definitiva, se estimularán siempre los recursos potenciales, para conseguir que nuestra función y sentido de la vida vayan más de la mano con nuestras conductas y experiencias.

Terapia Natural No Convencional

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