Zurdos y diestros escribiendo
Al realizar determinadas labores en las que ambas manos desarrollan, al unísono, movimientos semejantes o equivalentes, observamos que, en realidad, estos movimientos son contrarios entre sí.
Actividades como nadar, remar, aplaudir, etc., nos muestran la correspondencia y el equilibro neuromotriz que entre los dos miembros sucede.
Con tres colores se forma la gama infinita de tonalidades;
con siete notas, todas las melodías;
con diez números, todas las operaciones;
y con doce trazos, todas las escrituras.
Vicente Lledó (1932-1993)
Equilibrio en la ejecución de movimientos con ambas manos
Cuando la mano derecha hace movimientos a favor de las agujas del reloj, la mano izquierda ejecuta movimientos contrarios a las mismas; y viceversa.
De igual forma, cuando la mano derecha hace un movimiento lateral de alejamiento del eje corporal —movimiento denominado «de abducción»—, se traslada de una izquierda a una derecha. Este movimiento de abducción o alejamiento del eje, realizado con la mano izquierda, sucede al contrario, de derecha a izquierda. Y sin embargo, aún haciendo lo contrario, ambas manos coinciden en un criterio perfectamente establecido que podríamos definir como un «hacia adentro-hacia afuera».
Sólo en la ejecución de movimientos rectos de «arriba-abajo» —o «adelante-atrás», su similar en un plano horizontal–, ambos miembros llevan exactamente la misma dirección.
Algunos neurólogos opinan que esta organización de movimientos e intenciones implícitas en los mismos, es compartida por organismos con una complejidad neuronal como la desarrollada por los invertebrados y, según otros, este patrón de funcionamiento neuromotor es compartido por seres aún más sencillos.
El uso de las manos en otras actividades
En el ser humano se observa, generalmente, mayor destreza en sus miembros derechos que en los izquierdos. Por ello, todo cuanto ha ido desarrollando a lo largo de la historia, tanto objetos como circunstancias, ha obedecido a esta facilidad.
Darse la mano a modo de saludo, por ejemplo, se sobrentiende que es la derecha la que hemos de usar. Este «convenio» permite que nuestra mano siempre encaje con la de la persona a la que nos estamos dirigiendo.
Por otra parte, muchas de nuestras actividades habituales han de ser llevadas a cabo usando ambas manos y otorgando a cada una de ellas una función completamente diferente. En este sentido, es indispensable distinguir:
- Cuándo sería posible «elegir» qué labor encomendar a cada una de ellas,
- Y cuándo sería menester «adaptarnos al entorno» puesto que, de no hacerlo, la labor sería sumamente compleja de llevarse a cabo y entorpeceríamos el desarrollo muscular que nuestra propia anatomía nos dicta, al forzar movimientos y posturas.
En el primero de los casos, podríamos poner el ejemplo de clavar un clavo. Dependiendo de la facilidad de cada cual, se sujetaría el clavo con una y lo golpearía con el martillo con la otra. Cualquiera de las opciones estaría acorde con nuestra naturaleza motriz.
Ejemplos del segundo caso serían abrocharse los botones, conducir un vehículo, tocar una guitarra o desarrollar la máxima fuerza posible al apretar un tornillo.
Examinemos con más detalle el último de los ejemplos.
Para que múltiples objetos cumplan con su cometido de «apretar», por ejemplo, para que no se salga el líquido de una botella —el tapón de rosca—, o para que dos piezas queden firmemente unidas —los tornillos—, etc., se ha de ejercer fuerza sobre ellos con un movimiento que gira a favor de las agujas del reloj y, en su diseño, se pensó en la mayoría de la gente, que podría usar así su «musculatura más poderosa». (Obsérvese que al hacer el giro contrario, con la mano derecha, se genera menos fuerza; mientras que, con la mano izquierda, sucede al revés, que se genera más fuerza girando en sentido contrario a las agujas, y no a favor)
Sin embargo, si usted extiende los brazos frente a sí, rectos, con los puños cerrados y generando fuerza, se dará cuenta de que, con el debido entrenamiento, conseguirá tener la misma sensación de presión con uno que con otro brazo. De igual forma, experimentará la misma relajación en ambos si así se lo propone; o la misma velocidad al moverlos, salvo que tense indebidamente alguno de ellos; o la misma habilidad en movimientos minuciosos o precisos, etc.
Resulta muy beneficioso para las funciones nerviosas trabajar con ambas manos haciendo movimientos simétricos con ellas, o ejercitar los mismos trabajos intercambiando cada una de ellas.
El uso de las manos al escribir
Según tratados de neurología, hasta los cinco años de vida aproximadamente, no queda establecida en el cerebro nuestra preferencia motora. Es decir, hasta esa edad —que por cierto, varía según las fuentes consultadas—, todos tenemos la opción de elegir qué mano usaremos preferentemente. Aún cuando un recién nacido experimentase más capacidad de reflejos con determinado miembro, podría ser educado para adquirir, con el otro miembro, hábitos reflejos más sólidos que con el primero.
Muchas personas se autodenominan «zurdas contrariadas». Con esta expresión están queriendo decir que, por haberles obligado a escribir con la mano derecha, cuando su tendencia era a hacerlo con la mano izquierda, sufrieron de graves daños psicológicos, incluso alguna ha manifestado haber sufrido trastornos físicos. Y ello es perfectamente comprensible: las tensiones y posiciones erróneas que pueden darse en la mano, en los dedos y el brazo en general, sin la debida preparación y sucesión gradual de ejercicios motrices, altera, inevitablemente, los trazos escriturales así como el funcionamiento ideal de nuestro sistema nervioso.
Los trazos escriturales son una micro representación de todo cuanto se ha hablado hasta ahora acerca de los movimientos con una y con otra mano: el giro de mayor potencia física, los movimientos de abducción, y sus contrarios, de aducción, etc., están impresos en nuestras letras y números, en nuestros dibujos y representaciones gráficas. Por eso podemos hablar de las cualidades y tendencias de la persona que los ejecutó.
La escritura, tal y como la concebimos, es una labor concebida para ser desarrollada con la mano derecha, mientras la izquierda sujeta el papel.
Leonardo da Vinci (1452-1519) era zurdo y escribía con la izquierda. Consciente de la importancia del equilibrio motor que sucede entre ambos miembros o partes del cuerpo, ideó la «escritura en espejo» que tiene lugar cuando la mano izquierda hace los movimientos simétricos a los desarrollados con la mano derecha. Sus renglones, por tanto, sucedían de derecha a izquierda y la lectura de sus textos sólo era posible si se ponían frente a un espejo.
Las personas que escriben con la mano izquierda, imitando —tanto en la forma de las letras como en el sentido que adquiere el transcurso del renglón— a los que lo hacen con la mano derecha, no sólo desequilibran la simetría armónica de movimientos con respecto a su eje neuronal central —la médula espinal—, sino que se ven obligados a adoptar posturas inadecuadas de brazo, mano y dedos porque les resulta imposible ver lo que están escribiendo si adoptaran una posición normal. Como consecuencia, muchos de ellos, posicionan la mano de tal modo, que ésta se desplaza sobre el segmento de papel en el que se acaba de escribir —mano por encima del renglón al uso—, con lo que o bien la tinta es de secado ultra rápido, o bien acabarán emborronando el papel y manchándose la mano.
Otros optan por inclinar exageradamente el papel, hasta casi dejarlo en posición apaisada, con lo cual el desenvolvimiento del renglón sucede completamente desubicado: de arriba a abajo. Y aunque con esta opción se consigue ver lo que se está escribiendo sin tener ningún problema con la tinta, las repercusiones negativas de orientación son aún mayores.
Zurdos y diestros que opten por aprender la motricidad adecuada en la escritura no tardan más de una semana en encontrar resultados.
Terapia Natural No Convencional